La gente se abría paso ante sus zancadas por las calles de Midgar. Delante de él iban dos soldados rasos, y detras otros dos, como guardia. Él iba en el centro, con su mascara y su garra colocada, y la serpiente cruzado su pecho desnudo. La trenza caía a su espalda y los susurros se elevaban ligeramente, mirandola.
- es él?
- el matador...
- nadie nunca ha visto su cara.
- dicen que vendió su alma al diablo...- Vega no parecía preocupado por las habladurías, siempre hablaban... pero le daba igual. A él solo le preocupaban esos terroristas rebeldes que se escondían como ratas... malditos bastardos, pensó Vega, ellos mataron a mi padre... y lo pagaran caro.
Los soldados rasos llegaron un punto en que debían gritar y utilizar sus armas para apartar a los transeuentes, que miraban curiosos al enmascarado SOLDADO.